Nació un niño y todas las hadas fueron a conocerlo:
el Hada de la Salud, el Hada de la Alegría,
el Hada de la Fortuna, el Hada del Amor
y muchas otras le llevaron, cada una, una perla.
Solo un Hada no había llegado todavía para darle su regalo.
Entonces el Ángel de la Guarda,
que vigilaba cerca de la cuna del recién nacido,
decidió ir en su busca.
El ángel se elevó por los aires y llegó hasta una casa
donde estaban velando una mujer que acababa de morir.
En el marco de la ventana se encontraba el hada del Dolor
que lloraba en silencio.
Una lágrima al caer, se transformó en una bella perla
y el ángel de la guarda se apresuró a recogerla.
Esta es la Perla del Dolor –dijo el Ángel-¡Pobre del que no la tenga!
Sin esta perla, las otras perlas no tendrán ningún valor,
porque quien no conoce esta perla
jamás sabrá apreciar lo que valen todas las demás!
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